A diferencia de otras profesiones, incluso entre las médicas, los podólogos no suelen utilizar protecciones para evitar respirar el polvo que genera el micromotor en contacto con las uñas del paciente. Otros profesionales, desde los trabajadores que operan en las canteras, hasta los dentistas, suelen utilizar mascarillas apropiadas para su trabajo. Los podólogos, en muchas ocasiones, nos saltamos este importante instrumento de protección por comodidad o desconocimiento.
Los pulmones del podólogo, si no tomamos las medidas de seguridad apropiadas, pueden quedar expuestos a diario a la inhalación del polvo ungueal que creará acumulaciones de partículas de pequeño tamaño que los pulmones no pueden expulsar completamente. Además, cabe la posibilidad de que estas partículas contengan sustancias químicas (esmaltes y otros productos cosméticos o sanitarios) y agentes patógenos cuyo crecimiento es difícil de prever en los pulmones del podólogo.
El problema para concienciar al podólogo suele ser que las afecciones pulmonares no suelen presentar signos externos en un primer momento y luego se presentan de forma progresiva con signos fácilmente achacables a otras causas: dificultad para respirar, catarro, ahogos…
Como bien sabemos, no son pocos los microorganismos que se pueden encontrar en las uñas y que pueden a la vez afectar a los pulmones:
  • Hongos Saprófitos: Aspergillus flavus, Fumigatus y Níger.
  • Dermatofitos: Trichophyton rubrum, Trichophyton mentagrophytes, Epidermophyton floccosum
  • Bacterias: Staphylococus aureus, Pseudomonas aeruginosa.
  • Levaduras: Cándida Albicans.
Según se explica, “los componentes del polvo ungueal son sustancias antígenas que producen, algún tipo de respuesta inmunológica que está dada por los linfocitos B y T”. Estas micropartículas pueden afectar seriamente a los ojos, los oídos, la garganta y, como no, a los pulmones del podólogo. ¿Qué profesional con un mínimo de experiencia no ha sentido irritación, sequedad o tos tras respirar este polvo? El problema podría haber ido a mayores y haber terminado con una reacción alérgica o infecciosa.
El problema es mayor cuando día tras día tragamos el polvo infectado. Es posible que nuestro organismo sea capaz de neutralizar los agentes patógenos inhalados frente a exposiciones puntuales, pero al final la inhalación continuada de este polvo muy probablemente causará una enfermedad profesional.
Pero lo importante es ¿qué hacer para evitarlo?
 Lo primero estar concienciados del problema potencial y lo segundo utilizar mecanismo de protección frente al polvo: usar siempre mascarilla y guantes, si es posible, usar un micromotor con aspiración, es fundamental, si no, sería necesario utilizar gafas de protección, también podemos tener problemas oculares que comentaré más adelante. Tampoco hay que dejar por menos importante, una buena ventilación del lugar de trabajo y la correcta limpieza del mismo.
Ánimo, pocos son los profesionales que caen en estos problemas, pero son muy importantes las medidas de seguridad, en la medida de lo posible, protegeros.
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